Eternos. Falleció Oscar Ermundo “Negro” Moreno, gloria del fútbol local.
Glorias de nuestro pasado que quedarán en la memoria del deporte local, parte de ese listado interminable de cracks que parieron los potreros de nuestra zona. Porque siempre hay más historias por contar….
Por Nicolas Loza

Oscar Ermundo “Negro” Moreno
“Yo era un volante central que jugaba, mandaba y ordenaba”
Volante central, dos veces campeón con Instituto Atlético Central Córdoba. Estableció un vínculo deportivo y familiar con Villa Allende que lo llevó a ser un referente con la experiencia en el fútbol grande. Fue técnico y hoy analiza su carrera con la satisfacción de haber vivido una etapa maravillosa.
No se equivocó estimado lector… Oscar Ermundo Moreno… Ermundo, con R, vaya uno a saber por qué… Catamarqueño de Recreo, cordobés por adopción, casi uno más en la Villa aunque viva en Argüello. Un grande que nació el 11 de Septiembre de 1939 y que desde muy pequeño vino a Córdoba siguiendo el traslado laboral de su padre: “Nací en Recreo, pero casi que soy cordobés… Vine de muy pibe porque a mi padre, que trabajaba en el Ferrocarril, lo trasladaron para acá… Tendría unos 10 años… Vinimos a vivir a Barrio Los Paraísos con toda la familia, éramos ocho y vivíamos en una casita muy chiquita”.
El suyo es uno de esos casos en que la llegada al fútbol “grande” se da sin muchas expectativas previas: “Tengo recuerdos hermosos de esa época. Justo enfrente de mi casa había una canchita y allí, desde las dos de la tarde, jugábamos hasta que venían los más grandes y nos desplazaban… Era un club de barrio, Juventud, se llamaba… Un día con esos mismos amigos, nos fuimos a probar a Instituto… Yo fui de caradura, porque no me creía que podía jugar en un club como ese… Fui, me probaron y parece que les gusté, porque me citaron para la próxima práctica. Yo todavía no era 5 como todos me conocen… Jugaba de lo que me pusieran, después cuando me suben a Primera fui tomando confianza y afirmándome en el puesto”.
Recuerda de esos mismos tiempos las circunstancias que rodearon los momentos previos a su debut en Primera: “Había muy buenos jugadores en el puesto de volante central… Estaba Humberto Merlo, “Patón” Roda… Era jodido ganarse el puesto con esos monstruos. Los dos se lesionan en las prácticas semanales y se ve abre la chance de debutar en mi puesto. Debuté con Talleres y anduve muy bien, no sentí los nervios de debutar y disfruté mucho de aquello porque coincide con la mejor época del fútbol de Córdoba”.
Elabora con suma facilidad un retrato de sus cualidades dentro de la cancha: “Yo era un “jetón”, ordenaba y hablaba todo el tiempo, era un cinco que pedía permanentemente la pelota para armar juego. No tenía nada de marca, era un volante de creación, con facilidad para repartir el juego. No era de esos volantes que pegaban, no… a mí me gustaba salir jugando desde abajo y aportarle claridad al juego cuando agarraba la pelota”.
Con esas características y sus tremendas condiciones futbolísticas dejó un recuerdo indeleble en Alta Córdoba: “En Instituto permanecí diez años jugando en Primera División, fui dos veces campeón de Córdoba en 1961 y 1966, jugué con tipos como Osvaldo “Pitón” Ardiles, Hugo “Tula” Curioni, “La Gata” Olmedo, “Mamadera” Anelli… Por eso el cariño y el apego que siento por esos colores. He dejado un muy buen recuerdo en el club y yo quiero esa camiseta. Después de Instituto pasé a Villa Azalais y jugué dos años en ese club, llegué en trueque: yo pasé a Villa Azalais y “La Gata” Olmedo fue a “La Gloria”.
Un tiempo después aquel enorme jugador que dos veces alcanzó la gloria de ser Campeón cordobés con Instituto tuvo su desembarco impensado en la Villa: “Tuve un encuentro con Armando Seculini, no recuerdo en qué circunstancias, y ahí Armando me propone jugar en Quilmes. Yo creía que estaba para retirarme pero Seculini confió en mí y me llevó… Tuvo razón, porque jugué tres o cuatro años y lo hice en muy buen nivel”.

Con tanto trajinar en el fútbol, lo buscaron para ser técnico. Claro, sería un desperdicio no aprovechar tanta experiencia: “Después de mi etapa como jugador me proponen ser técnico… Y dudé. ¿Qué podía aportarles yo a tipos que eran verdaderos cracks? Sin embargo me gustó el desafío y me sentí cómodo… Sólo los aconsejaba y los ordenaba… Después ellos brillaban con luz propia. Dirigí a Quilmes, al Deportivo Español y al Sport… El equipo del Deportivo Español fue incomparable. No salió campeón, pero fue el mejor que dirigí”.
Con la experiencia de haber visto tanto fútbol y conocer bien al jugador y a la Villa, se sorprende y lo manifiesta: “¡No entiendo cómo una enorme cantidad de “jugadorazos” que ha habido en la villa no hayan llegado a Primera!!! No lo entiendo. Pienso que no tuvieron suerte, o quizás conducta, o tal vez faltó alguien que los guiara… No sé, pero no le encuentro explicación. Igual, te digo, disfruté de grandes tipos: Yo estaba enamorado de Juancito Romero… ¡Un crack! ¡Qué jugador! ¡Cómo trabajaba en la cancha! Fue, por lejos, el mejor jugador que dirigí, hacía el trabajo que deben hacer los volantes por derecha. Lo veías chiquito pero, cómo metía!!! Lo mismo que Jorge Flores, una topadora!!! Lo llevé a Villa de Soto, a jugar en Benjamín Matienzo y Jorge la rompió!!! Hacía goles, ganaba las divididas, jugaba… Se hizo ídolo en Soto, fue con su hermano “Pizza”, y “Pizza” de ahí, de jugar y rendir muy bien en Matienzo, pasó a Belgrano, debe haber sido en 1988 o 1989, por ahí…”.
Para cerrar la charla, con mucha emoción, hace referencia a Clarita, su compañera de la vida, la persona con quien comparte su tiempo y la indica como su sostén y referente: “Soy feliz con “La Clara” hace como más de cuarenta años que estamos juntos y nos llevamos muy bien. Me conoce como nadie… Y ella me salvó, nos juntamos y ella ordenó mi vida… Yo, en lo deportivo, he quedado conforme con la carrera que hice y ahora disfruto de esos gratos recuerdos. Me siento muy feliz cuando salgo a la calle o cuando ando por Villa Allende, porque me la paso saludando a la gente… Debe ser que les dejé un buen recuerdo”.